martes, 5 de febrero de 2013

Puesta en hora



                                     Inspirado en Instrucciones para dar cuerda
                                                   a un reloj, de Julio Cortázar.

Me di cuenta esta mañana que mi reloj de muñeca, ese pedacito de frío metal mediante el que nos aferramos a la muerte, se había parado. Las 10:13 marcaban sus  agujas ridículamente enmudecidas. Traté de darle cuerda siguiendo meticulosamente el ritual marcado por Julio, disculpen la arrogancia de referirme a él como si se tratase de un buen amigo, cosa que, en cierto modo, es. Y el resultado no se hizo esperar, aquel minúsculo corazón comenzó a latir, al tiempo que el mundo empezaba a girar nuevamente, pero algo no terminaba de encajar en el engranaje, puesto que de él se escapó un chirrido cuando observé, intentando ponerlo en hora, que los números fosforescentes del magnetoscopio que tenía al frente marcaban las 10:24, y en el relojillo de la pantalla del televisor, que corona las noticias de la mañana, eran las 10:19.
Sobresaltado ante la duda de no saber en qué minuto exacto del tiempo me encontraba y lo que era peor, de no poder plasmarlo en mi reloj para que éste siguiera marcando el recto acontecer, he cogido con ansiedad el teléfono móvil. Las 10:22 aparecieron ante mis ojos como una losa resbaladiza en la que más valía no pisar, porque para mi esa cifra tenía tanta credibilidad como la  del magnetoscopio, o el reloj del noticiario. Me he echado para atrás en la silla tomando aire.
     Tal vez la solución pasaría por obtener la media aritmética de los tres datos, lo cual se aproximaría bastante a la hora exacta, pero no lo sería. De manera que, inexorablemente,  andaría por ahí sintiendo la pesadez de estar desincronizado con el mundo, avergonzado, bajo la mirada de un Cronos que no me devoraría, tan siquiera eso. Ante esta expectativa de destino sólo he podido hacer una cosa, me he despojado de mi  reloj encerrándolo en el cajón de la mesita de noche.
No me siento mejor por ello, pero el mundo ha dejado de chirriar en mis oídos mientras pegada a mis ojos, en forma líquida, aparecía escrita la frase “Allá en el fondo está la muerte”*

                                                                                                Marcos Lloret García


* Cita del cuento de Julio Cortázar.

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