para Mariano
Si vis pacem, para bellum (Flavius Vegetius)
Mostraste mi reflejo en todos los
momentos
sin dejar de ser tú, y nada más que eso.
Ardua tarea reflectar el crecimiento
de la semilla encerrada en coraza
de cemento.
Cuanto te odié, me odiaba yo en silencio,
en mi ir y venir de niño
descompuesto
oscureciendo el cielo y alumbrando
el infierno,
tajándome el alma con un puñal de
viento.
Me vi triste y rabioso. Me vi
dolido y muerto,
a patadas con el mundo, a golpes
con el tiempo,
ardiendo ante tus ojos aferrado a
mi lamento
en el fuego de mi hoguera:
despacio, bien lento.
Anduve por la vida, cegado, un buen
trecho,
con el corazón sollozando dentro de
mi pecho.
Luego, empecé a verte por detrás de
mi tormento
viéndome yo mismo perdido en el
desierto.
Caminé dunas, subí soles, bajé
nubes de hielo
recorriendo el laberinto que hay en
mis adentros,
vislumbrando, temeroso, el centro
de mi centro
reflejado en las niñas de tu mirar
sereno.
Algo mío dejé prendido en el filo de
tus ojos,
un poco de mí, de mi vida, hebras
de niño roto.
Algo tuyo me quedó de todos los
encuentros,
un aroma, un sabor, un abrazo, un
aliento.
Marcos
Lloret García
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