Mi respuesta a la ofensiva
declaración no puede ser otra más que ésta que os voy a dar a vos, los Licores de la Guerra:
1) El poder soberano que ostento me
fue dado ya en los orígenes de mi aparición en este mundo, de modo que
únicamente puede arrebatarme dicho poder aquel que me lo entregó, que no es
sino el clamor social generación tras generación a través de los siglos.
2) Durante el largo tiempo que llevo
encabezando la institución que representan los bares en esta tierra, jamás
recibí queja alguna por parte de una persona, ni tampoco de ningún licor. Bien
al contrario, recibo cánticos y alabanzas. Con lo que esto es motivo más que
suficiente para, llegado el caso, proclamar mi total y absoluta legitimidad y
autoridad a lo largo y ancho de mi reino.
3) Además, tanto la posición que
ocupo en la cúspide del escalafón etílico, como los actos que de ello se
derivan, quedan estrictamente regulados en el Plan General Reglamentador del Consejo Superior de la Cebada
Fermentada, así como también en la Carta
Fundacional de la Mesa de los Toneles.
4) Dada la gravedad de las
acusaciones, calumnias y difamaciones a las que se ha visto sometida mi
persona, y respetando siempre el sentir popular, me veo obligada a negarme
sistemáticamente a todas y cada una de las desleales peticiones que osáis
hacerme. Máxime cuando se me exige abdicar, cosa que, reitero, únicamente
podría obligarme a hacer el pueblo mediante su explícita petición.
5) No toleraré ningún tipo de
injuria más. Deben ustedes, de inmediato, deponer su errónea y demencial
actitud y entregar las armas de un modo incondicional. Caso de persistir en su
empeño, ordenaré a mis ejércitos que lancen un ataque sobre su posición
aniquilándola y borrándola para siempre de la memoria de los bares.
6) Tienen un plazo de 24 horas,
según lo establecido en La Enmienda de
los Chupitos, para entregarse a las autoridades competentes, quienes los
trasladarán hasta mis dependencias donde serán juzgados por el delito de lesa majestad por un tribunal militar.
7) He reinado, y lo sigo haciendo,
para todos y cada uno de mis súbditos. El tiempo avala mis palabras, y el
pueblo las rubrica. Tenemos de nuestra parte la historia y la memoria, y si
fuera preciso daré mi vida antes que traicionarlas. La tradición manda, y en
este caso me debo a ella.
Esto es un ultimátum. Depongan su
actitud y sus armas, y no pierdan el poco honor que todavía conservan.
Su
Alteza Real La Reina Creveza
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