El grupo de los L. P. 30 (Líderes de
los 30 Países a la cabeza del mundo), las personas más poderosas de este
planeta maltrecho y venido a menos, se reunieron en el mes de abril del año
2015 para abordar y tratar de solucionar de una vez por todas la situación
socio-económica que tenía sumida a prácticamente toda la población mundial en
los umbrales de la miseria, aunque buena parte de ella venía estando a esas
alturas con la miseria al cuello debido a los largos años que llevaban soportando
un diluvio que no cesaba.
En esta ocasión, decidieron reunirse
secretamente en el castillo del duque de Mediopelo,
en la remota localidad de Ningúnsitio
en el lejano país de Outopos, ya que
por motivos de seguridad debían estar en un emplazamiento protegido de las
masas feroces que querían acabar con su poder, las cuales siempre terminaban
por conocer el lugar de la reunión.
Abrió la junta el Superintendente
General del L. P. 30, que era el Presidente de los estados de Carenciamáxima y Necesidadextrema. Un señor bigotudo y barrigón que fumaba un gran
puro mientras colocaba los folios sobre el atril desde el que iba a hablar al
resto de dirigentes, que estaban sentados alrededor de una gigantesca mesa
sobre la que reposaban los restos de un opíparo almuerzo, acompañado en la
lejanía por el clamor de la voz de la masa hambrienta que estaba apostada en
los perímetros del castillo en pleno acto de protesta, una de esas quejas que
los mandatarios terminaban usando para asearse el esfínter anal tras la evacuación
de sus repletos intestinos.
-Señoras,
señores, amigos todos… La situación se nos está escapando de las manos ya que
ha empeorado notablemente desde la última reunión que mantuvimos hace a penas
cuatro meses, y en la que no logramos alcanzar ningún acuerdo relevante dada la
envergadura del problema al que no enfrentamos… comenzó a decir el
Superintendente bajo la atenta escucha de su auditorio… Es por esto que, por mi parte estoy
dispuesto a firmar un Acuerdo de
Cooperación entre Territorios para lograr,
de una vez por todas, superar esta circunstancia tan dramática en la que nos
vemos sumidos…
Sus palabras fueron cortadas por el
aplauso y la ovación de los demás miembros del L. P. 30, quienes se sintieron
entusiasmados por la disposición que estaba mostrando el Superintendente para
erradicar la crisis financiera de una vez por todas.
-En
dicho Acuerdo… continuó diciendo…
firmaremos y avalaremos nuestro total
compromiso para terminar con la catastrófica tesitura que nos tiene
cautivos. Además, con él, se sentarán las bases de lo que será algo mucho
mayor, un gran Acuerdo Global
Económico-Social para impedir que
nuevamente se dé una coyuntura como la que venimos atravesando estos últimos
tiempos… detuvo su discurso para disimular someramente el reflujo que la
pata de cordero del almuerzo le estaba produciendo dándole coces en su estómago
atiborrado, y aprovechó para dar una profunda calada a su humeante puro… Sólo me resta decir que debemos realizar
nuestra tarea con la mayor premura de la que seamos capaces porque el tiempo
corre en nuestra contra, y en contra de todas y cada una de las personas que
están sufriendo las consecuencias de esta maldita crisis.
-Estoy
con usted, y quiero decir públicamente que apoyo sus palabras y doy mi voto al Acuerdo que ha planteado… dijo el Presidente de
Aniquilandia, tierra esquilmada por
el desempleo, la miseria y el hambre pura.
-Cuenten
también con mi voto a favor… intervino el cabeza de gobierno de Máspobrequepobre, país sumido en la
ruina y el caos social… Y pido al
respetable que nos apresuremos en establecer dicho Acuerdo.
-¡Hagámoslo
ya!... sentenció el Superintendente… Yo
propongo que se llame Acuerdo Interterritorial de Ayuda y Cooperación
Económico Social, que será el borrador,
por así decirlo, del Acuerdo Global
que estableceremos más adelante, cuando éste primero comience a dar sus frutos
para lo que no tendremos que esperar demasiado tiempo.
El secretario del L. P. 30 escribió
el encabezado del documento oficial que venía a ser, como ya se ha dicho, Acuerdo Interterritorial de Ayuda y
Cooperación Económico Social, seguido por todos y cada uno de los nombres
de los mandatarios que conformaban la junta para que, uno a uno, fueran
estampando sus firmas sobre el papel en blanco que empezó a navegar de mano en
mano y a ser engalanado con decenas de garabatos ilegibles, rúbricas ostentosas
y algún que otro pequeño rastro de tinta obra de las plumas más díscolas y
atrevidas que, en un acto de sobreabundancia, lanzaban diminutas gotas de su
líquido interior sobre el escrito soberano.
Cuando todos hubieron firmado el
papel, éste regresó a las gruesas manos del Superintendente que fue el último
en plasmar en él su signatura con un resplandeciente bolígrafo de oro. Luego, entregando dicho
documento al secretario, dijo:
-Pues
bien, señores. Ya hemos cumplido con la obligación y el deber que nos han traído
hasta aquí, cosa que es primordial y prioritaria dados los cargos que
ostentamos los que estamos en esta reunión. Por lo tanto, no nos queda por
hacer nada más ahora que ocuparnos de nuestra devoción, para lo cual me he
tomado la libertad de preparar algunos divertimentos, meras bagatelas, que
harán, espero, las delicias de los presentes.
Comenzaron escuchando un concierto
de la Orquesta Filarmónica de Muertosdehambre
que interpretó una selección de piezas clásicas. Lo cual sirvió de
acompañamiento al Ballet Nacional de Todosenparo
que llevó a cabo unas bellas danzas al son de la música, detrás de la cual
se escuchaban los gritos desgarrados de las hirvientes mareas humanas
desparramadas en las afueras del castillo. Tras esta primera actuación, tomaron
un cóctel y acto seguido asistieron a un
recital de poesía del galardonado con el Premio
Mundial Poético don Asterisco Mascaletras, que deleitó al distinguido con la
lectura de varias de sus obras, entre las que cabe destacar su Elegía a los desheredados y su Canción triste de la abundancia. Por
último, y como colofón a una dura jornada de trabajo, asistieron a una merecida
cena de gala que dio el Superintendente como muestra de generosidad y de buena
fe por su parte para que el Acuerdo
firmado llegara a buen puerto, siendo éste un trozo de papel garabateado,
metido dentro de una botella y lanzado a las aguas del océano confiando en que
la divina providencia lo hiciera atracar en el lugar adecuado y, a poder ser,
que también lo redactara, debatiera, negociara y se comprometiera a hacer
cumplir aquello que tanto les costó alcanzar a los dirigentes, tanto como la
nada.
Por su parte, los mandatarios se
fueron marchando al filo de la madrugada entre enormes medidas de seguridad,
cargas policiales contra los manifestantes más hambrientos, detenciones, y
diversos altercados de la más violento. Salieron en helicópteros, uno para cada
uno de ellos, que estaban encargados de llevarlos hasta los territorios en los
que residían. A todo esto, el secretario se quedó en el castillo, con el papel
del Acuerdo entre sus manos, mirando
por una de las grandes ventanas del más alto torreón cómo se iban alejando los
helicópteros por el cielo, mientras en la tierra había centenares de personas
clamando al mismísimo Dios que les prestara un poco de atención.
-Pobres
desgraciados… fueron las palabras que
se escaparon de sus labios sin saber muy bien si iban dirigidas al cielo o a la
tierra.
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