martes, 18 de diciembre de 2012

La Cumbre


             El grupo de los L. P. 30 (Líderes de los 30 Países a la cabeza del mundo), las personas más poderosas de este planeta maltrecho y venido a menos, se reunieron en el mes de abril del año 2015 para abordar y tratar de solucionar de una vez por todas la situación socio-económica que tenía sumida a prácticamente toda la población mundial en los umbrales de la miseria, aunque buena parte de ella venía estando a esas alturas con la miseria al cuello debido a los largos años que llevaban soportando un diluvio que no cesaba.
            En esta ocasión, decidieron reunirse secretamente en el castillo del duque de Mediopelo, en la remota localidad de Ningúnsitio en el lejano país de Outopos, ya que por motivos de seguridad debían estar en un emplazamiento protegido de las masas feroces que querían acabar con su poder, las cuales siempre terminaban por conocer el lugar de la reunión.
            Abrió la junta el Superintendente General del L. P. 30, que era el Presidente de los estados de Carenciamáxima y Necesidadextrema. Un señor bigotudo y barrigón que fumaba un gran puro mientras colocaba los folios sobre el atril desde el que iba a hablar al resto de dirigentes, que estaban sentados alrededor de una gigantesca mesa sobre la que reposaban los restos de un opíparo almuerzo, acompañado en la lejanía por el clamor de la voz de la masa hambrienta que estaba apostada en los perímetros del castillo en pleno acto de protesta, una de esas quejas que los mandatarios terminaban usando para asearse el esfínter anal tras la evacuación de sus repletos intestinos.
            -Señoras, señores, amigos todos… La situación se nos está escapando de las manos ya que ha empeorado notablemente desde la última reunión que mantuvimos hace a penas cuatro meses, y en la que no logramos alcanzar ningún acuerdo relevante dada la envergadura del problema al que no enfrentamos… comenzó a decir el Superintendente bajo la atenta escucha de su auditorio… Es por esto que, por mi parte  estoy dispuesto a firmar un  Acuerdo de Cooperación entre Territorios para lograr, de una vez por todas, superar esta circunstancia tan dramática en la que nos vemos sumidos…
            Sus palabras fueron cortadas por el aplauso y la ovación de los demás miembros del L. P. 30, quienes se sintieron entusiasmados por la disposición que estaba mostrando el Superintendente para erradicar la crisis financiera de una vez por todas.
            -En dicho Acuerdo… continuó diciendo… firmaremos y avalaremos nuestro total  compromiso para terminar con la catastrófica tesitura que nos tiene cautivos. Además, con él, se sentarán las bases de lo que será algo mucho mayor,  un gran Acuerdo Global Económico-Social para impedir que nuevamente se dé una coyuntura como la que venimos atravesando estos últimos tiempos… detuvo su discurso para disimular someramente el reflujo que la pata de cordero del almuerzo le estaba produciendo dándole coces en su estómago atiborrado, y aprovechó para dar una profunda calada a su humeante puro… Sólo me resta decir que debemos realizar nuestra tarea con la mayor premura de la que seamos capaces porque el tiempo corre en nuestra contra, y en contra de todas y cada una de las personas que están sufriendo las consecuencias de esta maldita crisis.
            -Estoy con usted, y quiero decir públicamente que apoyo sus palabras y doy mi voto al Acuerdo que ha planteado… dijo el Presidente de Aniquilandia, tierra esquilmada por el desempleo, la miseria y el hambre pura.
            -Cuenten también con mi voto a favor… intervino el cabeza de gobierno de Máspobrequepobre, país sumido en la ruina y el caos social… Y pido al respetable que nos apresuremos en establecer dicho Acuerdo.
            -¡Hagámoslo ya!... sentenció el Superintendente… Yo propongo que se llame Acuerdo Interterritorial de Ayuda y Cooperación Económico Social, que será el borrador, por así decirlo, del Acuerdo Global que estableceremos más adelante, cuando éste primero comience a dar sus frutos para lo que no tendremos que esperar demasiado tiempo.
            El secretario del L. P. 30 escribió el encabezado del documento oficial que venía a ser, como ya se ha dicho, Acuerdo Interterritorial de Ayuda y Cooperación Económico Social, seguido por todos y cada uno de los nombres de los mandatarios que conformaban la junta para que, uno a uno, fueran estampando sus firmas sobre el papel en blanco que empezó a navegar de mano en mano y a ser engalanado con decenas de garabatos ilegibles, rúbricas ostentosas y algún que otro pequeño rastro de tinta obra de las plumas más díscolas y atrevidas que, en un acto de sobreabundancia, lanzaban diminutas gotas de su líquido interior sobre el escrito soberano.
            Cuando todos hubieron firmado el papel, éste regresó a las gruesas manos del Superintendente que fue el último en plasmar en él su signatura con un resplandeciente  bolígrafo de oro. Luego, entregando dicho documento al secretario, dijo:
            -Pues bien, señores. Ya hemos cumplido con la obligación y el deber que nos han traído hasta aquí, cosa que es primordial y prioritaria dados los cargos que ostentamos los que estamos en esta reunión. Por lo tanto, no nos queda por hacer nada más ahora que ocuparnos de nuestra devoción, para lo cual me he tomado la libertad de preparar algunos divertimentos, meras bagatelas, que harán, espero, las delicias de los presentes.
            Comenzaron escuchando un concierto de la Orquesta Filarmónica de Muertosdehambre que interpretó una selección de piezas clásicas. Lo cual sirvió de acompañamiento al Ballet Nacional de Todosenparo que llevó a cabo unas bellas danzas al son de la música, detrás de la cual se escuchaban los gritos desgarrados de las hirvientes mareas humanas desparramadas en las afueras del castillo. Tras esta primera actuación, tomaron un cóctel y  acto seguido asistieron a un recital de poesía del galardonado con el Premio Mundial Poético don Asterisco Mascaletras, que deleitó al distinguido con la lectura de varias de sus obras, entre las que cabe destacar su Elegía a los desheredados y su Canción triste de la abundancia. Por último, y como colofón a una dura jornada de trabajo, asistieron a una merecida cena de gala que dio el Superintendente como muestra de generosidad y de buena fe por su parte para que el Acuerdo firmado llegara a buen puerto, siendo éste un trozo de papel garabateado, metido dentro de una botella y lanzado a las aguas del océano confiando en que la divina providencia lo hiciera atracar en el lugar adecuado y, a poder ser, que también lo redactara, debatiera, negociara y se comprometiera a hacer cumplir aquello que tanto les costó alcanzar a los dirigentes, tanto como la nada.
            Por su parte, los mandatarios se fueron marchando al filo de la madrugada entre enormes medidas de seguridad, cargas policiales contra los manifestantes más hambrientos, detenciones, y diversos altercados de la más violento. Salieron en helicópteros, uno para cada uno de ellos, que estaban encargados de llevarlos hasta los territorios en los que residían. A todo esto, el secretario se quedó en el castillo, con el papel del Acuerdo entre sus manos, mirando por una de las grandes ventanas del más alto torreón cómo se iban alejando los helicópteros por el cielo, mientras en la tierra había centenares de personas clamando al mismísimo Dios que les prestara un poco de atención.
             -Pobres desgraciados… fueron las palabras que se escaparon de sus labios sin saber muy bien si iban dirigidas al cielo o a la tierra.


                                                                                              Marcos Lloret García

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