viernes, 14 de diciembre de 2012

In memoriam



        No sé muy bien qué sucedió aquel mediodía, mejor sería decir que no sé cómo sucedió. Ella yacía tumbada sobre la cama, ténuemente iluminada con las esquirlas del sol que se colaban por entre los huecos de la persiana a medio bajar. Yo, de pie al frente de la cama, sólo la miraba, sólo la escuchaba. Su pelo corto y alborotado, su cuerpo delgado, pálido, sus ojos entreabiertos mirando los míos que querían apropiársela a través de la mirada para que nadie, jamás, osara profanar aquella alma que estaba haciendo vibrar la mía propia.
            Nadie nos vió. Nadie logró alcanzar a escuchar sus roncos jadeos y su respiración entrecortada, que impregnaba el aire de un murmullo mojado pegado al sudor de su cuerpo y a las lágrimas que derramaron mis ojos en el instante final.
            Esta fue la primera vez que vi morir a alguien, a mi abuela Quica.
                                   

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