Quiero confesar que soy un
miserable, un egoísta, una persona que ya debería haber muerto en más de una
ocasión. Un hombre de una calaña deleznable que jamás encontrará sobre la faz
de la tierra ni un ápice de redención a sus pecados.
Soy puro veneno, amenaza pura que se
encuentra a punto de acaecer como la espada de ese tal que pende sobre nuestras
testas. Un auténtico pozo de sombras cuya ralea se pierde en la vergüenza de la
historia de donde jamás será rescatada. Una especie de bufón mórbido que gusta
de escarniar a sus semejantes con toda la malicia de la que soy poseedor.
Así soy, más demonio que ángel, y
más tiniebla que luz. Un niño errabundo entre el cielo y el infierno con un
cuchillo en sus manos, yendo y viniendo de uno a otro prendido de la eterna
duda de no saber si matar antes a Dios o al Diablo.
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