Si un hombre pudiera cambiar las
cosas,
si una voz cierta de mágicas
palabras
retumbara en los cielos, valles y
montañas,
en los oídos sordos de quienes nos
mandan
reverberando en sus ojos, piel y
entrañas.
¿Por qué sentiré sintiendo el pasar
de las horas
escapando por el tiempo, fugaces
gaviotas,
como gritos que ya claman en las
calles rotas
de miserias y quebrantos,
esperanzas remotas?
Me duele tanto el dolor de ver alas
cortadas
a machete y a cuchillo, miserias
desangradas.
Sin un tiempo ni un sitio vamos en
bandadas
buscando la verdad por las mentiras
lanzadas,
los nuevos ajusticiados sin
sepulturas ni mortajas.
Si un hombre pudiera penetrar las
almas
de quienes ríen de nosotros a
carcajadas
haciéndonos creer en las noches
claras
que sólo hay un camino, sendas
marcadas.
Tendría un sueño el hombre, sangre
y espadas,
heridas abiertas en las carnes
descarnadas,
rebelión de miserables parida entre
alboradas
soñó al soñar, soñando, que junto a
él soñabas.
Despertaría, en los labios, con el
sabor de las brechas
que hicieron en su cuerpo tiros,
dardos y flechas,
discursos de palabras yermas,
falsas, podridas
también sobre su piel tejida de
desventuras,
recuerdos del combate, del honor,
las medallas
entregadas por la voz del pueblo en
las batallas.
Si un hombre pudiera ser un hombre
nada más,
caminar siempre erguido y no
doblegarse jamás,
romper lo establecido volviendo la
vista atrás
bebiendo de allí el futuro, bálsamo
de fierabrás,
reinventar este presente donde
crees que estás
esperando que mañana alguien piense
lo que dirás.
Cuando vivir es un delito la
redención hallarás
en el espacio que queda, en las
palabras, por detrás
donde van cantando las penas, la
pena escucharás
si vienes con blanca bandera, con
ella lucharás
en la legión de miserables,
desgraciados y demás.
Ejército sin pólvora en la batalla
encontrarás,
atrincherado en las aceras, si
miras, lo verás.
Si un hombre pudiera…
Marcos
Lloret García
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