Dedicado a los que estamos
en este rango de edad.
Casi a mitad del sendero nos
robaron a Dios
dejándonos perdidos en un presente
maldito,
sin plegaria ni oración, sin vino
ni pan bendito,
vagabundos errantes en el margen de
sus destinos.
Todo lo que hicimos en los años más
propios
nos lo han arrebatado sin ningún
otro capricho
que vernos deambular por el filo
del abismo
donde vamos a posarnos al sentirnos
malheridos.
No hay tregua en esta paz compuesta
de delirios
que los más apoderados fingiendo fingir han fingido.
Mentiras ocultas a medias, verdades
en entredicho,
sin lugar para el color de los que
vivimos descoloridos.
Me duele igual el dolor de ver
dolerse a los míos
que aquel otro reflejado en un
rostro que es ajeno,
igualmente camarada, hermano,
amigo, compañero…
Necesario dolor doliente de los que
andamos dolidos.
Pasan los días dejando desazón y
sinsentidos
en este cuarto menguante de un hoy
empedernido.
Sin pretenderlo llegamos donde
nunca hemos querido
y ahora queremos huir sin ver que
ya estamos huidos.
Escapamos del ayer, del anhelo, de
nosotros mismos
yendo a parar al mañana de un
futuro podrido.
No hay más que lo que hay: ni Dios,
ni pan, ni vino,
ni más tea que esta llama donde
estamos ardiendo vivos.
Impenitentes, herejes, apóstatas…
caterva de paganos
donde estamos los que estamos con
el duelo en una mano,
en la otra el corazón, el
sentimiento, lo humano,
lo que no nos quitarán hasta que
estemos enterrados.
Y en la muerte se oirá nuestro
lamento de difuntos
por habernos arrojado a caminar una
vida sin rumbo,
un angosto porvenir, un asfixiante ya venido,
generaciones mutiladas penando
entre los mundos.
Marcos
Lloret García
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