miércoles, 24 de julio de 2013

La luz de tu brisa

            

                                                           A la memoria de Alfonso Castro

Casi no conocía al hombre que ha muerto
pero, en el fondo, he sentido muy mía
su marcha discreta en la noche de julio
que pintó el celeste de melancolía.
Poderoso chamán conocedor de lo humano,
sólo dos veces me crucé con tu vida
en la parte de afuera del zaguán odiado
tanto como, entonces, repudiaba mi herida.
Clavados en mí tus ojos recuerdo
con el cálido reflejo que desprendías
al mirar la mirada de mi niño eterno
que en mi sombra oculta, escondido, lucía.
Te hice reír, eso es bien cierto,
con mis rudas palabras y mi gañanía,
sonrisa imparable por el universo
navegando sin prisa más allá de la vida.
En el lado de acá escuchaste mi silencio
vertebrado de pena y lágrima dolida.
En el lado de allá seguirás riendo
por el borde activo de la realidad escindida.
Hombre de saber profundo y cierto,
discreto jorguín de palabra sentida,
guerrero valiente de brazos abiertos,
alma de dulce piel revestida.
Hasta el fin de mis días llevaré tu recuerdo,
la breve imagen que por dentro me grita
diciendo que yo aún no estoy muerto,
caricias de sueños y voz de alegría.
Si por suerte, al final, te veo en el cielo
cruzando tu estela con la estela mía
será todo un gozo conocerte etéreo
saboreando el color de la luz de tu brisa.



                                               Marcos Lloret García

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