jueves, 26 de septiembre de 2013

Andanzas Nocturnas

Camino y camino en sueños,
pies mojados,
pasos desorientados.
Rumbo fijo en brújula ausente
que me guía llevándome
hacia ningún lugar
del destino alcanzable.
Me molestan las palabras,
el parloteo vacuo e incompleto
de esas partes ahogadas de mi
gritando muertas en un pozo.
El gentío amenaza con disolverme
en una enorme barra de bar
que se asemeja a mi vida
bajo el cielo gris de los tejados.

Camino, buscando el puerto
donde fallecer en verso,
mecido en el solitario poema
oculto en la oscura luz de la sombra
donde habita la verdad.
¡Qué hipocresía!
La casa ruinosa me espera
en la cercanía, bien lejos,
como un animal temeroso
del látigo que hago restallar en el aire.
Avanzo y no llego.
Me paro y me alejo
de todo lo que hay en mi,
de aquello por lo que muero.

Luego, en la mesa,
la comida me asquea
mientras la caterva inmisericorde
me aplasta el corazón dejándolo plano,
dimensión espacial robada de mis entrañas.
No quiero estar allí siendo uno más
jugando a la mentira que no cesa:
felicidad.

                                   Marcos Lloret García


viernes, 20 de septiembre de 2013

Los Demonios de la Guarda

A la noche, llegan los demonios.
A mi cama. A mi mente.
Llegan y dejan
sombras en los pies,
brumosas huellas.
Tanto tiempo ha pasado
que casi parecen dos segundos
apareándose bajo una luna
de fulgurante fantasía.
Ayer, quedó convertido en nada
emborrachando la nada de hoy
en espera de la que vendrá mañana.
Nada más que nada.
Intentos vanos de realidad.
Concretitud parida en lo oscuro
de pesadillas viajeras
sobre los lomos de los astros.
Exorcismo utópico de los monstruos
que me llaman desde dentro
con voz de arrullo partido
y cantes de bulería imposible.
A mordiscos, transito la noche,
mandíbulas dolorosas al alba,
dientes moviéndose en las encías
que sangran figuras flamencas
sin sonido, ni ritmo, ni tiempo.
Lengua reseca en mis fauces
atrapada por un cepo plástico
que impide la dislocación total
de la locura noctámbula.
El descanso se perdió
con la venida de los diablos
que guardan mi cama
mientras sueño dormir
en una tormenta de verano.


                                   Marcos Lloret García


lunes, 9 de septiembre de 2013

Mi vida



Pasa la vida y deja
hojarasca y broza en mis pies
hambrientos de huellas,
y de algo parecido a un camino
que no termina de fraguar
bajo la marcha de los días.
Palpitaciones. Latidos intempestivos,
miedo al miedo del miedo
esparcido entre flores marchitas
luciendo su falso esplendor.
A lo lejos, brilla el sol,
tan distante como las lágrimas
de un arcoíris de tristeza
posado entre cielo e infierno.
Si hay algo más… Si hay algo,
que sea un atardecer anaranjado
cuando me cruce con mi destino
oliéndonos las almas resudadas,
ocaso ígneo color de tiempo.

Me alimento de horas muertas,
segundos aniquilados en el reloj
que jamás se detiene ante mis súplicas,
suspiros deslavazados, sueños rotos,
océanos invertidos de agua petrificada
y fondo líquido donde naufragar.
Sin permiso, navego jornadas
careciendo de la capitanía,
sextante oxidado en cubierta
bajo el azote de olas terregosas,
horizontes eternamente prohibidos.
La galerna me calmará acunándome
en su maternal regazo de hielo,
bebé congelado entre las sombras
de una resplandeciente luz imposible
tan caliente como los témpanos.
Redes vacías y silenciosas
capturando los peces invisibles
que me alimentan de madrugada
cuando nadie me siente comer.
Despierto cada amanecer,
a la luz, a la mañana,
sentimiento mutilado en el pecho
azotando los párpados
que son casi míos, casi de nadie,
pintando el alba con sentires inconexos.
Luego, repto por el suelo,
como animal amenazado desde el aire
por una claridad dolorosa
que trae el comienzo del día.


                                               Marcos Lloret García