Camino y camino en sueños,
pies mojados,
pasos desorientados.
Rumbo fijo en brújula ausente
que me guía llevándome
hacia ningún lugar
del destino alcanzable.
Me molestan las palabras,
el parloteo vacuo e incompleto
de esas partes ahogadas de mi
gritando muertas en un pozo.
El gentío amenaza con disolverme
en una enorme barra de bar
que se asemeja a mi vida
bajo el cielo gris de los tejados.
Camino, buscando el puerto
donde fallecer en verso,
mecido en el solitario poema
oculto en la oscura luz de la
sombra
donde habita la verdad.
¡Qué hipocresía!
La casa ruinosa me espera
en la cercanía, bien lejos,
como un animal temeroso
del látigo que hago restallar en el
aire.
Avanzo y no llego.
Me paro y me alejo
de todo lo que hay en mi,
de aquello por lo que muero.
Luego, en la mesa,
la comida me asquea
mientras la caterva inmisericorde
me aplasta el corazón dejándolo
plano,
dimensión espacial robada de mis
entrañas.
No quiero estar allí siendo uno más
jugando a la mentira que no cesa:
felicidad.
Marcos
Lloret García